EMOCIONES PARA EL ALMA Y LA PSIQUE DEL VETERINARIO EN CRISIS
Autor: Carlos Arturo Bastidas Collantes
Hay un momento —o quizás varios— en la vida de casi todos los médicos veterinarios en que se apaga la chispa. Un instante de oscuridad íntima en el que nos preguntamos si acaso elegimos bien, si no nos equivocamos de vocación, si todo este esfuerzo valía la pena. Y ese momento, aunque muchos lo nieguen o lo oculten tras una sonrisa forzada en redes sociales, nos llega. A todos. Sin excepción.
Nos sorprende en silencio, mientras lavamos nuestras manos ensangrentadas después de una cirugía de emergencia, sin haber comido en todo el día. Nos toca la espalda mientras vemos cómo otros profesionales son valorados, mejor pagados, más respetados… y nosotros seguimos ahí, peleando por cobrar una consulta que vale más de lo que el cliente quiere pagar. Y nos golpea aún más fuerte cuando el menosprecio viene de quienes se suponen nuestros aliados: otros veterinarios que no se valoran, que regalan su trabajo, que hablan mal de sus colegas como si escupieran sobre su propio reflejo.
Es un golpe bajo. Duele. Porque esta profesión no se elige por azar. La mayoría de nosotros no llegamos a la veterinaria por descarte, sino por pasión. Porque un día, siendo niños, vimos a un animal sufrir y decidimos que no queríamos ser testigos, sino héroes. Porque creímos —y aún creemos— que la vida, toda vida, merece dignidad. Ese niño interior, ese ser chiquito con sueños gigantes, aún vive dentro de nosotros… solo que a veces lo tapamos con la frustración adulta, con las cuentas por pagar, con los turnos eternos, con las guardias sin sentido, con los colegas que nos quitan fuerza en lugar de darnos la mano.
A ti, colega, que hoy estás atravesando esa crisis existencial, te escribo esto con el corazón en la mano. No eres débil por dudar. No eres menos veterinario por llorar. No eres menos profesional por sentir que te duele esta profesión. Eres humano. Y eso también te hace grande.
Sí, la veterinaria puede ser ingrata, sí, la sociedad aún tiene una deuda con nosotros. Pero no puedes dejar que la amargura del mundo apague el fuego que te trajo aquí. No puedes permitir que los prejuicios y los malos colegas maten la vocación que alguna vez te hizo latir el pecho con fuerza. No viniste a este mundo solo a sobrevivir; viniste a dejar huella. Y la estás dejando, aunque no siempre la veas.
¿Y qué hacer cuando todo parece oscuro? Buscar alternativas. Respirar. Gritar si hace falta. Pedir ayuda. Volver al origen. Tal vez necesites un descanso. Tal vez tengas que cambiar de entorno, explorar otras ramas de la profesión, incluso reinventarte. Pero no te rindas. No te vayas sin pelear. Porque alguien necesita de ti. Porque hay una criatura indefensa que un día te mirará como si fueras su salvación. Porque hay un niño dentro de ti que aún sueña, que aún cree, que aún ama profundamente esta hermosa y jodida profesión.
Este ensayo no es solo para ti. Es para ese colega que lee esto con los ojos húmedos y siente que por fin alguien puso en palabras lo que él no sabía cómo explicar. Es para que entiendas que no estás solo, que esta carrera nos duele a todos, pero también nos construye. Que aunque muchos no nos entiendan, aunque muchos nos quieran reducir a “los que vacunan perritos”, nosotros sabemos la verdad. Nosotros sabemos que somos mucho más.
Este texto es un abrazo. Un grito de esperanza. Una sacudida emocional para recordarte que tú vales, que tu trabajo vale, que tu alma merece volver a brillar. No porque el mundo te lo reconozca, sino porque tú sabes quién eres. Porque tú conoces esa luz que llevas dentro, y no necesitas permiso para encenderla.
Con todo el cariño del mundo, para un amigo que está sufriendo, pero que yo sé que saldrá adelante. Porque es un genio. Porque es una excelente persona. Porque es veterinario. Y porque tiene algo que este mundo necesita desesperadamente: corazón.
Mejor dicho, imposible. Hermoso y preciso como lo expresaste.
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