Ensayo: Entre la Izquierda y la Derecha, el Valor del Equilibrio
La historia política del mundo se ha movido como un péndulo: izquierda, derecha, izquierda, derecha. Ambas ideologías han marcado épocas, han inspirado a multitudes y, al mismo tiempo, han cometido atrocidades. Ya basta de endiosar a un bando y satanizar al otro como si la verdad absoluta existiera en colores políticos. La izquierda extrema ha demostrado que, en nombre de la “igualdad”, puede ser tan criminal o incluso más que los regímenes más brutales de la derecha. La derecha extrema, por su parte, ha puesto al dinero y a los intereses económicos por encima de la dignidad humana, sacrificando pueblos enteros en el altar del mercado.
El extremismo, sea del color que sea, es enfermizo. La izquierda radical que protege delincuentes bajo la bandera de los derechos humanos desvirtúa el verdadero sentido de la justicia. La derecha radical que defiende corporaciones y fortunas, aunque signifique hambre para millones, desprecia el alma de lo humano. Ninguno de esos polos representa una solución; ambos son espejos deformados de lo que debería ser la política: un espacio de encuentro para construir el bien común.
El verdadero camino está en el equilibrio. En comprender que nadie es más que nadie, que las obligaciones, los derechos y las oportunidades deben ser iguales para todos. No hay ciudadanos de primera ni de segunda. No se trata de regalar privilegios a minorías ni de marginar a mayorías, sino de entender que la ley y el respeto deben ser universales: iguales o nada.
El progreso de una nación no se mide en discursos encendidos de barricada ni en la acumulación de riquezas en unos pocos bolsillos. Se mide en la capacidad de sus ciudadanos para convivir sin pisotearse, en la justicia que no se vende ni se arrodilla, en la solidaridad que no humilla, y en la economía que produce sin devorar la dignidad de quienes trabajan.
La izquierda y la derecha, en sus expresiones más extremas, han fracasado porque olvidaron que la política debe servir al ser humano, no usarlo. Lo que necesitamos no son banderas, sino principios: justicia, equidad, libertad, respeto y responsabilidad. El equilibrio no es tibieza, es sensatez; no es cobardía, es valentía para decirles a ambos extremos: ustedes no nos representan.
En conclusión, el mundo no necesita más gritos de odio disfrazados de ideología. Necesita ciudadanos conscientes que comprendan que todos tenemos la misma obligación de construir, de aportar y de respetar. Que nadie merece más por su partido, su religión, su dinero o su identidad, pero tampoco menos. Ni izquierda ni derecha extremas, equilibrio y humanidad, esa debería ser el unico camino.
Comentarios
Publicar un comentario