Entre la Disciplina y la Fragilidad: Reflexiones sobre la Educación en Sudamérica por Carlos A. Bastidas C.
Entre la Disciplina y la Fragilidad: Reflexiones sobre la Educación en Sudamérica por Carlos A. Bastidas C.
La culminación de una maestría en pedagogía ha significado no solo un logro académico, sino también una oportunidad de comprender de manera más profunda la compleja realidad que enfrentan los docentes en mi país y, por extensión, en gran parte de Sudamérica. Desde la educación inicial hasta los programas de posgrado, los problemas que atraviesan nuestras instituciones educativas reflejan un entramado de tensiones históricas, sociales y culturales que inciden directamente en la formación de las nuevas generaciones.
El docente, figura central en todo proceso educativo, se encuentra hoy inmerso en una dinámica marcada por múltiples desafíos. Por un lado, persisten maestros que ejercen su labor con vocación, transmitiendo conocimientos y valores desde la perspectiva del amor y la disciplina. Esa fue, sin duda, la experiencia que viví con mis maestros, quienes lograron que muchos de nosotros alcanzáramos nuestras metas personales y profesionales gracias a una educación rigurosa, exigente y humana. Sin embargo, en la actualidad, cada vez con mayor frecuencia, los educadores deben enfrentarse a un contexto social que ha debilitado la autoridad de su rol.
La llamada “generación de cristal” es un síntoma de esta situación. Se trata de estudiantes que perciben la corrección o la exigencia como formas de agresión, amparados muchas veces en una noción desmedida de derechos desligados de las obligaciones. Ante cualquier dificultad, se activan dinámicas de denuncia y deslegitimación hacia el maestro, situación que ha deteriorado el clima escolar y ha limitado la capacidad de los docentes para exigir estándares académicos y de disciplina.
No obstante, sería un error atribuir la problemática únicamente a los estudiantes. La responsabilidad es compartida. Muchos padres, influenciados por una interpretación distorsionada del “amor incondicional”, han renunciado a establecer límites claros en la crianza. Este fenómeno, sumado al impacto de las redes sociales y al consumismo digital del siglo XXI, ha configurado un modelo de formación fragmentado y carente de coherencia. Los niños y jóvenes terminan siendo más receptores de los mensajes efímeros de las plataformas digitales que de los principios transmitidos en el hogar.
Las nuevas corrientes pedagógicas, centradas en metodologías activas, inclusivas y participativas, representan avances significativos en la búsqueda de una educación más humanista y equitativa. Sin embargo, su aplicación requiere un marco de equilibrio. La innovación metodológica no puede desvincularse de la necesidad de disciplina, normas y exigencia académica. La ausencia de este balance ha generado, en muchos casos, entornos educativos en los que la permisividad sustituye a la formación integral.
La corresponsabilidad se presenta, entonces, como un principio ineludible. La escuela no puede ni debe asumir en soledad las funciones que corresponden también a la familia y a la sociedad en su conjunto. Solo mediante la articulación de estos actores será posible construir un modelo educativo que prepare a los estudiantes para afrontar los retos del siglo XXI con criterio, resiliencia y responsabilidad.
En conclusión, el futuro de la educación sudamericana dependerá de nuestra capacidad para recuperar el equilibrio entre amor y disciplina, entre derechos y obligaciones, entre innovación pedagógica y respeto a la autoridad docente. Dejar atrás el rezago estructural que limita a nuestros sistemas educativos exige una transformación cultural profunda, que permita concebir la educación como un esfuerzo colectivo. Solo así podremos superar el estigma del subdesarrollo y consolidar sociedades más justas, críticas y cohesionadas.
Excelente aportación felicidades.
ResponderEliminarCuanta razón, lamentablemente hoy en día los estudiantes son como el cristal y padres que apoyan denigrando una educación de calidad.
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