¿Hasta cuándo debemos luchar? Por Carlos A. Bastidas C.
En la medicina veterinaria, enfrentamos una de las decisiones más complejas y dolorosas: la eutanasia. Es una palabra que encierra en su significado la esencia misma del amor y la responsabilidad, pero también la inevitable confrontación con nuestros propios límites y emociones. Porque a veces, amar es dejar ir.
Los veterinarios tenemos un compromiso fundamental con nuestros pacientes: aliviar su sufrimiento y garantizar su bienestar hasta el último aliento. No obstante, en muchas ocasiones, la lucha por preservar la vida se convierte en una prolongación innecesaria del dolor, alimentada por el temor y el egoísmo humano. Cuando ya hemos agotado todos los recursos médicos y terapéuticos, cuando el sufrimiento se impone sobre la esperanza, la verdadera compasión reside en liberar a nuestros pacientes de su dolor.
Es aquí donde surge el dilema: ¿hasta cuándo debemos luchar? Como profesionales, nos formamos para salvar vidas, para encontrar soluciones, para dar esperanza. Pero también debemos ser conscientes de que nuestra obligación no es con el deseo del propietario, sino con la dignidad del paciente. No somos verdugos ni ejecutores de caprichos. La eutanasia no es un recurso para deshacerse de un animal cuando ya no es útil, ni una salida fácil ante la incomodidad de una enfermedad crónica. Es un acto de amor supremo cuando todo lo demás ha fallado y la vida se ha convertido en una carga insoportable.
Cada paciente que acompañamos hasta su último suspiro deja en nosotros una huella imborrable. Cada despedida es un recordatorio de que nuestra profesión va más allá de la ciencia; es empatía, es humanidad, es comprender que hay batallas que no se ganan con más medicamentos, sino con el valor de saber decir adiós. Y ese adiós, cuando se da desde el respeto y el amor, es el mayor regalo que podemos ofrecer.
Por ello, debemos educar y sensibilizar a los propietarios, acompañarlos en este proceso y ayudarlos a comprender que la decisión correcta no es siempre la que nos hace sentir mejor, sino la que permite a nuestros amigos partir con dignidad. La medicina veterinaria no solo trata de curar; trata de velar por una vida plena y un final digno.
Que nunca olvidemos que nuestra verdadera lealtad es con quienes no tienen voz. Que nuestro mayor acto de amor, a veces, es darles el descanso que se merecen.
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