Siempre me he imaginado ¿Cómo me ven mis pacientes? Una mirada desde los ojos de un animal por Carlos Arturo Bastidas Collantes
Si pudiera ver a través de los ojos de mis pacientes, ¿qué imagen reflejaría en sus pupilas? Me gusta imaginarlo, porque la verdad es que nunca lo sabré con certeza. No pueden decírmelo con palabras, pero sus gestos, miradas y actitudes me cuentan una historia en cada consulta.
Quizás para algunos soy el "humano de la bata", ese que huele a mezclas raras de medicamentos y desinfectantes, con manos frías que exploran sin pedir permiso. Para otros, soy el "villano de las agujas", el que aparece con una jeringa en mano justo cuando creían que la visita era solo una caricia y una galleta. Hay quienes me ven con temor, con el recuerdo de alguna cirugía, de una enfermedad que los debilitó o del momento en que su humano los dejó en mi clínica con preocupación en los ojos.
Pero también quiero creer que muchos me ven como el "salvador de última hora", ese que les quitó un dolor insoportable o los ayudó a respirar cuando sentían que se ahogaban. Tal vez, para un cachorro inquieto, soy una especie de "explorador de misterios", que revisa con curiosidad cada parte de su pequeño cuerpo mientras él me responde con lamidas y coletazos. Para el paciente geriátrico que regresa cada mes, soy una presencia familiar, una voz que repite "vamos a ver cómo estás hoy, amigo" con una sonrisa y una caricia en la cabeza.
Algunos quizás nunca me entiendan del todo, pero quiero pensar que, en el fondo, sienten que intento ayudarlos, que detrás de cada pinchazo, cada examen extraño y cada noche de hospitalización, hay alguien que realmente se preocupa por ellos. Al final, tal vez no soy un héroe ni un villano, solo un humano haciendo su mejor esfuerzo por cuidar a quienes no pueden pedir ayuda por sí mismos.
Y aunque nunca pueda oírlo de sus bocas, cada vez que un perro mueve la cola después de su consulta, cuando un gato ronronea en mis brazos a pesar de sus protestas iniciales o cuando unos ojos agradecidos me miran antes de irse a casa, siento que, en su propio idioma silencioso, me dicen: "No sé exactamente quién eres, pero gracias".
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