Terapia para ser veterinarios felices: Recetando felicidad en dosis terapéuticas por Carlos A. Bastidas C.
Terapia para ser veterinarios felices: Recetando felicidad en dosis terapéuticas por Carlos A. Bastidas C.
Dicen que los veterinarios somos los médicos que no pudieron con los humanos… ¡y qué bueno! Porque entre atender pacientes que no hablan (pero muerden) y lidiar con humanos que hablan (y también muerden), hemos desarrollado un superpoder único: amar incondicionalmente lo que hacemos, incluso cuando el mundo parece conspirar contra nosotros.
Pero, seamos sinceros: ¿cuántos de nosotros hemos soñado con renunciar, comprar una isla y criar cabras lejos de todo? Tranquilos, es normal. Lo importante es encontrar el equilibrio entre la vocación y la vida, porque nadie quiere un veterinario amargado con ojeras del tamaño de la deuda estudiantil. Así que aquí va nuestra receta para la felicidad veterinaria:
Dosis 1: Valórate como el profesional que eres
Tu conocimiento vale, tu tiempo vale, tu esfuerzo vale. Y no, "el amor por los animales" no paga las cuentas. Si cada vez que alguien dice "¿cómo que cobras por salvar vidas?" te dieran un dólar, ya habrías comprado la isla con las cabras. Aprende a cobrar lo justo, sin culpa. La felicidad empieza cuando dejamos de regalar lo que nos costó sudor y lágrimas aprender.
Dosis 2: Establece límites sanos (y enmarcados en titanio)
La veterinaria es una vocación, sí, pero no es una condena. Está bien decir "no puedo hoy", "necesito descansar" o "mi horario termina a las 6, no a las 10 de la noche". ¿Cómo queremos salvar vidas si ni siquiera cuidamos la nuestra? Recuerda: los superhéroes también duermen (bueno, menos Batman, pero él tiene mucho dinero y gadgets).
Dosis 3: Ríe, aunque sea de ti mismo
Las mejores anécdotas veterinarias suelen empezar con "no vas a creer lo que me pasó hoy". Desde pacientes que llegan con síntomas que solo existen en la imaginación del dueño, hasta llamadas a las 2 a.m. porque "mi perro respira raro" (spoiler: siempre ha respirado así). Aprender a reír de estas situaciones no solo nos salva del estrés, sino que nos regala historias épicas para la posteridad.
Dosis 4: Encuentra tu tribu
Nadie entiende a un veterinario como otro veterinario. Rodéate de colegas que te levanten cuando sientas que todo pesa. Comparte tus triunfos, pero también tus fracasos, porque en esta profesión lloramos juntos, reímos juntos y, si es necesario, nos quejamos juntos con un café (o algo más fuerte, según la gravedad del caso).
Dosis 5: Recuerda por qué empezaste
Entre el cansancio, las cuentas y los clientes difíciles, a veces olvidamos lo esencial: amamos lo que hacemos. Ese instante en que un paciente mejora, cuando un dueño te agradece con lágrimas en los ojos, o el simple hecho de saber que hiciste la diferencia en una vida. Esos momentos valen más que cualquier mal día.
Así que, colegas y amigos, la felicidad veterinaria no es un destino, es un camino que construimos con pequeños pasos diarios. Cuidémonos, respetémonos y, sobre todo, no olvidemos que la verdadera terapia para ser veterinarios felices es recordarnos, una y otra vez, que nuestra labor es hermosa… pero nuestra vida también lo es.
Ahora sí, respira profundo y sigue adelante. Y si alguien te vuelve a decir "pero si tú trabajas con animales porque los amas", respóndele con una sonrisa y di: "Sí, y también me amo a mí, por eso me cuido".
Porque veterinario feliz = veterinario que sigue salvando vidas sin perder la suya en el intento.
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