Veterinarios contra veterinarios: la batalla que no debería existir Por Carlos Arturo Bastidas C.
Es preocupante que, en pleno siglo XXI, el enemigo número uno de un veterinario siga siendo otro veterinario. Mientras luchamos por el bienestar animal y la dignificación de nuestra profesión, seguimos cavando nuestra propia tumba con rivalidades innecesarias, egos desmedidos y prácticas desleales. La realidad es cruda: en demasiadas ocasiones, cuando un cliente busca una segunda opinión, el nuevo veterinario no duda en destrozar el criterio del primero con tal de quedar como el héroe de la historia.
No basta con diferir en el diagnóstico o en el tratamiento; hay quienes van más allá, despotricando sin piedad, induciendo al cliente a creer que fue estafado: “¿Te cobró tanto por eso? Qué barbaridad, yo lo hago por menos”. Y así, de un plumazo, no solo desacreditan a un colega, sino que también siembran la desconfianza en el cliente, erosionando poco a poco la credibilidad de toda la profesión.
Es cierto que cada vez más veterinarios han comprendido que no somos todólogos. La medicina avanza a pasos agigantados, y la especialización es la clave para ofrecer mejores tratamientos, sin embargo, incluso aquí, la deslealtad está a la orden del día. Hay especialistas que, en lugar de trabajar en equipo, aprovechan la derivación para adueñarse del cliente. Lo que debería ser un esfuerzo conjunto se convierte en una competencia desleal.
¿En qué momento olvidamos que nuestra prioridad son los pacientes y no nuestro ego? ¿Cuándo dejamos de lado la ética por un puñado de clientes? La verdad es que si seguimos así, no solo arruinaremos nuestra reputación profesional, sino que estamos jugando con fuego en un mundo cada vez más violento. En otros sectores, estas prácticas han terminado en amenazas e incluso atentados. ¿Realmente queremos llevar nuestra profesión a ese extremo?
Tenemos mucho por mejorar, pero todo comienza con un principio básico: RESPETO. Respetemos el criterio de nuestros colegas, así no estemos de acuerdo con ellos. Podemos dar una opinión diferente sin necesidad de pisotear a nadie. Aprendamos a derivar con ética y, sobre todo, valoremos nuestro trabajo sin menospreciar el de los demás.
Si queremos que la sociedad nos respete como gremio, primero debemos respetarnos entre nosotros. Dejemos de ser nuestros propios enemigos. Construyamos, en lugar de destruir. Seamos el cambio que tanto exigimos en los demás.
Este mensaje no es solo un llamado de atención, es una declaración de guerra contra la deslealtad y la mediocridad. Si este artículo te incomoda, es porque tal vez, en algún momento, has caído en este juego sucio. Pero aún estás a tiempo de cambiar. Que este sea el inicio de un nuevo capítulo en la medicina veterinaria, uno en el que el compañerismo y la ética sean nuestra bandera.
El mundo lo necesita. Nuestros pacientes lo merecen. Y nosotros, como veterinarios, lo debemos hacer.
No deberían existir este tipo de conflictos en nuestro gremio, no deberíamos ser la piedra en El zapato de nadie, pero hay unos cuantos idiotas que hacen quedar mal! Me identifico con su artículo porque yo misma en he vivido en carne propia este aborrecible problema!
ResponderEliminarRecien descubro este blog, muy bueno; pienso que en la actualidad sigue sucediendo pero si ha disminuido significativamente, creo yo que principalmente en las nuevas generaciones, son quienes van acabando con el dicho que el peor enemigo de un veterinario es otro veterinario.
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