Bienestar Animal: La Voz Silenciosa que se Defiende con el Corazón por Carlos Arturo Bastidas C.
Cuando hablamos de “bienestar animal”, muchos imaginan animales bien alimentados, libres de dolor y con espacio para moverse. Pero para un médico veterinario, este concepto va más allá de la definición académica o del cumplimiento legal: es una lucha constante, muchas veces silenciosa y subvalorada, por devolverle dignidad a los que no pueden hablar.
Desde que decidimos vestir la bata blanca, sabíamos que nuestra misión sería compleja. Sin embargo, quienes abrazamos el bienestar animal como vocación, supimos también que nuestra trinchera estaría en los campos, granjas, laboratorios, clínicas y santuarios, defendiendo vidas que muchos no ven y protegiendo derechos que aún son debatidos.
El bienestar animal no se limita a evitar el sufrimiento. Es procurar que cada ser vivo bajo nuestro cuidado experimente su existencia con plenitud. Que no solo sobreviva, sino que viva con calidad. Y eso implica ser conscientes del dolor físico, sí, pero también del estrés, del miedo, del aislamiento, de la frustración. Implica leer el lenguaje del cuerpo, los ojos, el comportamiento. Implica ser empáticos, científicos y, muchas veces, activistas dentro de nuestro propio gremio.
Los veterinarios dedicados al bienestar animal no tienen horarios ni límites claros entre el trabajo y la vida personal. Llevan consigo la carga emocional de animales maltratados, decisiones éticas difíciles y batallas contra la ignorancia o la indiferencia institucional. A menudo, se enfrentan a industrias que priorizan la rentabilidad por encima del respeto a los animales. Se enfrentan también a un sistema educativo que aún no le da al bienestar animal el lugar que merece, y a una sociedad que cree que amar a los animales es suficiente.
Estos profesionales no solo evalúan condiciones físicas o ambientales, también denuncian abusos, educan productores, asesoran gobiernos y forman nuevas generaciones con una visión más compasiva y técnica. Son pioneros y mártires de una revolución silenciosa: aquella que reconoce que una sociedad verdaderamente ética es aquella que mide su humanidad por cómo trata a los más vulnerables.
Por ello, un agradecimiento especial a colegas como la Dra. Karina Pisco y su equipo de trabajo, quienes con entrega y pasión han dejado huella en esta noble labor. También a todos los médicos veterinarios que, desde las aulas, han asumido el desafío de formar profesionales conscientes, críticos y sensibles en esta área aún incomprendida por muchos, pero que todos —sin excepción— deberíamos dominar. Porque hablar de bienestar animal no es opcional: es parte esencial del ser veterinario.
¿Y qué reciben a cambio? En muchas ocasiones, poco o nada. Pero en el fondo saben que cada pequeño logro —una jaula abierta, una legislación modificada, una vida salvada, una granja transformada— es un paso más hacia un mundo más justo. No buscan medallas ni fama. Buscan coherencia con su juramento y con su corazón.
El bienestar animal es, entonces, una responsabilidad ética, científica y moral. No es un lujo ni una moda, es una obligación inherente a nuestra profesión. Quienes lo entienden y lo abrazan como causa, merecen no solo respeto, sino respaldo. Porque en un mundo donde tantos callan ante el sufrimiento, los médicos veterinarios del bienestar animal han elegido ser la voz firme y sensible de los que no pueden gritar.
Y por eso, aunque el camino sea arduo, valdrá la pena cada paso dado por ellos!
Excelente reflexión. Gracias
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