Simplemente Veterinarios: Los Guardianes Invisibles de la Vida
(Por Carlos Arturo Bastidas Collantes)
Hoy, en el Día Mundial del Médico Veterinario, las palabras parecen pequeñas frente a la grandeza de nuestra vocación. No solo curamos animales: defendemos vidas, sembramos esperanza, preservamos el futuro. Somos médicos de aquellos que no pueden hablar, científicos que entienden lo invisible, guardianes silenciosos de la salud humana, animal y ambiental. Somos mucho más de lo que el mundo imagina. Somos veterinarios.
En cada rincón del planeta, desde los quirófanos de pequeñas clínicas urbanas hasta los laboratorios de investigación genética, desde las granjas que alimentan al mundo hasta las reservas naturales donde se lucha por especies enteras, hay un veterinario trabajando, amando y creyendo. La medicina veterinaria no es solo una carrera: es un juramento de vida eterna hacia quienes dependen de nosotros sin pedirlo.
Cuando salvamos a un perro de la parvovirosis, no solo salvamos un cuerpo; salvamos un hogar, un compañero, una historia compartida. Cuando atendemos una vaca lechera, protegemos la nutrición de cientos. Cuando rescatamos un manatí herido o liberamos un cóndor de un cable, cuidamos la memoria viva de la Tierra. Cuando un patólogo diagnostica en su microscopio la enfermedad de un ave silvestre, protege a toda una comunidad humana de futuras amenazas invisibles.
Somos la voz que grita en defensa del bienestar animal.
Somos el puente entre las zoonosis y la salud pública.
Somos los guardianes de la biodiversidad y los centinelas de la producción responsable.
Somos los científicos de laboratorio, los cirujanos, los epidemiólogos, los inspectores de alimentos, los anestesiólogos, los genetistas, los terapeutas, los maestros y los investigadores.
Somos el veterinario rural que camina kilómetros para atender una cabra, y el veterinario marino que bucea junto a ballenas heridas.
Somos la mano que cura, el oído que escucha, el corazón que nunca abandona.
La medicina veterinaria es arte y ciencia, pasión y disciplina, humanidad y entrega.
Amamos a quienes ni siquiera pueden decirnos “gracias”. Y, aún así, una mirada, un latido, una respiración recuperada, nos basta para seguir adelante.
Hoy, gritemos al mundo que ser veterinario es un acto de amor perpetuo.
Que no existe medicina humana sin medicina veterinaria.
Que nuestra ciencia también salva familias, alimenta poblaciones, protege sueños, guarda el planeta.
Hoy, celebremos el honor de ser veterinarios.
Con lágrimas de emoción, con el pecho lleno de orgullo, con la certeza absoluta de que nuestro trabajo no solo cambia vidas: crea futuro.
A cada colega en cada rincón del mundo: ¡Gracias!
A cada alma salvada: ¡Gracias!
A cada vida defendida en silencio: ¡Gracias!
Hoy el mundo debería ponerse de pie y aplaudirnos, porque el mundo sería invivible sin el amor de los veterinarios.
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