“A Ti, Mamá: Motor Silencioso de Nuestra Vocación”
Por Carlos Arturo Bastidas Collantes
Hoy, que el mundo se detiene un instante para pronunciar la palabra más poderosa del idioma humano —mamá— quiero rendir homenaje a quienes nos dieron la vida, la ternura, el ejemplo y el coraje para convertirnos en lo que somos. Pero este homenaje no es genérico. Es para ti, madre de un veterinario, madre veterinaria, y madre del mundo, porque en cada una de ustedes habita un milagro cotidiano que rara vez se reconoce con justicia.
A ti, madre de un veterinario, que supiste comprender ese brillo extraño en los ojos de tu hijo o hija cada vez que veía a un animal. Que limpiaste rodillas raspadas por perseguir perros callejeros, que convertiste tu casa en refugio de gatos sin hogar, y que aprendiste, sin quererlo, lo que era una parvovirosis o una cirugía de emergencia, solo porque tu hijo llegaba con la voz temblorosa y los ojos al borde de la desesperación. Tú, que viste a tu hijo quedarse despierto estudiando anatomía con lágrimas, frustraciones, y a veces, con la duda lacerante de si valía la pena tanto sacrificio. Mamá, sí valió. Porque tu fe silenciosa fue la fuerza que lo mantuvo firme cuando todo parecía cuesta arriba.
A ti, madre veterinaria, que decidiste multiplicarte por mil para ser profesional, madre y mujer. Que diste de lactar en salas de hospital veterinario, que entraste a cesáreas con el corazón dividido, pensando en tu paciente pero sintiendo la culpa de estar lejos de tus hijos. Tú, que sabes cómo se siente dejar una fiesta infantil para correr a atender una urgencia, que aprendiste a vivir con la culpa de no estar, pero con la frente en alto porque luchas cada día por tus sueños y por los de tus hijos. Porque tus manos que auscultan corazones enfermos también curan rodillas heridas y secan lágrimas infantiles. Porque tú enseñas con tu ejemplo que la maternidad no está reñida con la pasión por sanar vidas.
Y a todas las madres del mundo, las que crían, las que guían, las que enseñan sin palabras y las que están o han estado. Este día es solo un símbolo, porque el amor de una madre no cabe en un calendario. Pero hoy quiero que sepas algo: sin ti, el mundo sería un lugar más frío, más ruidoso, más perdido. Tu abrazo es medicina, tu consejo es brújula, tu sacrificio es poesía escrita en la piel de quienes criaste. Tu amor no tiene nombre científico, pero cura, salva, transforma.
Ninguna carrera, ningún logro, ninguna vida digna se construye sin el amor de una madre. Que detrás de cada veterinario que resiste el dolor ajeno, que se despierta en la madrugada por un paciente, que llora en silencio por la pérdida de un animal que cuidó como suyo, hay una mamá que sembró en él la semilla de la compasión y la fortaleza.
Este no es un texto más. Es un abrazo hecho palabras, un gracias eterno que llevo en mi pecho por mi madre, por mi esposa que también es mamá, y por todas ustedes que, sin saberlo, están cambiando el mundo desde el corazón de sus hijos.
Con Cariño especial para Pamela, Cecilia y Silvita!
¡Feliz Día, Mamá! Tú eres el primer milagro que conocimos… y el más grande.
Hoy y siempre: gracias.
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