“Lo que nadie dice, pero todos sentimos: Reflexiones para un gremio veterinario más digno, unido y sostenible”
“Lo que nadie dice, pero todos sentimos: Reflexiones para un gremio veterinario más digno, unido y sostenible”
Por Carlos Arturo Bastidas Collantes
La medicina veterinaria es una de las profesiones más nobles que existen. Estamos al servicio de los que no pueden hablar, de los que sufren en silencio, y de las personas que depositan en nosotros una esperanza. Sin embargo, detrás del amor por los animales, de las batas manchadas y los turnos eternos, se esconde una verdad incómoda que pocos se atreven a decir en voz alta: como gremio, nos falta mucho para hacer de esta profesión algo económicamente sostenible, socialmente respetado y emocionalmente saludable.
Esta ensayo no es para que salgas deprimido, sino para que despiertes. Para que entiendas que, si seguimos como vamos, lo que hoy es pasión, mañana puede convertirse en agotamiento. Pero también para que veas que sí hay formas de cambiar la historia, y que está en nuestras manos escribir un futuro mejor.
¿Qué estamos haciendo mal (y por qué no lo decimos)?
Hay una frase que escuché hace años y no me deja en paz: “Así ha sido siempre.” Esa excusa ha frenado el cambio en muchas profesiones, pero en la veterinaria parece estar tatuada en la piel.
1. Regalamos nuestro trabajo.
A veces por pena, a veces por “amor a los animales”, cobramos menos de lo que vale nuestro conocimiento. Hemos confundido vocación con sacrificio. Nadie se escandaliza si un odontólogo cobra una consulta a 40 dólares, pero si un veterinario lo hace, es “carero”.
2. Competimos entre nosotros, no nos defendemos como gremio.
Ofertas del tipo “consulta a 5 dólares” no solo nos hunden a todos, sino que perpetúan la idea de que nuestro trabajo no tiene valor. A falta de regulación, nos autodestruimos con promociones que no benefician a nadie, ni siquiera al cliente.
3. Nos da miedo hablar de dinero.
¿Desde cuándo hablar de rentabilidad es pecado? La medicina veterinaria no debería ser una condena económica. Si no es rentable, no es sostenible. Y si no es sostenible, no puede mejorar. Hay que desmitificar la pobreza como sinónimo de ética.
4. Callamos el agotamiento.
Burnout, ansiedad, depresión. Muchos colegas las sufren, pero lo ocultan por miedo a parecer “débiles”. En un entorno donde se normalizan jornadas de 12 horas, guardias sin descanso y clientes que exigen descuentos como si hiciéramos magia, el silencio nos enferma.
¿Qué deberíamos estar haciendo?
La pregunta no es solo qué está mal, sino cómo lo arreglamos sin perder el alma ni el sentido social de la profesión. Aquí van algunas propuestas que deberían estar sobre la mesa de todo estudiante y profesional:
1. Revalorización del acto profesional.
La consulta veterinaria es un acto intelectual, técnico y humano. Deberíamos tener tarifas mínimas sugeridas por colegios profesionales y exigir su cumplimiento. No podemos ser los primeros en formarnos y los últimos en cobrar dignamente.
2. Educación financiera en la formación veterinaria.
¿A cuántos nos enseñaron a manejar una clínica, un emprendimiento, o a fijar precios sin culpa? Urge que las universidades incluyan materias de administración, ventas éticas, marketing y liderazgo. No solo curamos animales; también debemos aprender a gestionar negocios.
3. Gremios activos, no decorativos.
Necesitamos colegios profesionales que defiendan nuestros intereses, visibilicen nuestros logros y nos representen. Pero también necesitamos participar, proponer, cuestionar. Un gremio no se construye con diplomas colgados en la pared, sino con participación activa.
4. Campañas para dignificar la profesión.
¿Por qué los medios solo llaman al veterinario cuando hay una tragedia? Hace falta visibilizar todo lo que hacemos en salud pública, bienestar animal, inocuidad alimentaria y medio ambiente. Si no lo comunicamos nosotros, nadie lo hará.
5. Salud mental como prioridad gremial.
Debemos hablar más del burnout. Crear redes de apoyo, espacios de escucha, programas de ayuda. Ser veterinario no debería costarte la salud mental. Es hora de dejar de romantizar el sacrificio extremo.
¿Y los estudiantes, qué pueden hacer desde ya?
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Exijan formación integral. Ustedes no son solo técnicos, son futuros líderes del gremio. Pregunten, cuestionen, aprendan a negociar, a liderar, a decir que no.
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No regalen su trabajo. Valoren su tiempo desde la primera práctica. Si no ustedes, ¿quién enseñará a la sociedad a valorar la profesión?
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Conecten con otros. Las redes profesionales no se hacen el día que se gradúan. Empiecen desde ahora a construir comunidad.
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Sean agentes de cambio. Si algo les molesta del sistema, propongan alternativas. No esperen a que “alguien más” lo solucione.
Conclusión: dejar de sobrevivir para empezar a construir
No estamos condenados a la precariedad. Tampoco a la invisibilidad. Pero sí estamos obligados a despertar. A cuestionar. A colaborar. A dejar de callar lo que nos incomoda por temor al qué dirán.
La medicina veterinaria puede ser rentable, saludable y gratificante. Pero no será así mientras sigamos romantizando el sacrificio y callando lo evidente. Este gremio necesita líderes, no mártires. Y esos líderes pueden y deben salir de las aulas que hoy están llenas de estudiantes con ganas de cambiar el mundo.
Referencias :
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AVMA (2023). Workforce and Well-being Study. American Veterinary Medical Association.
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OIE (2020). The Role of Veterinarians in One Health.
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Neill, C. et al. (2018). Veterinary Burnout: Causes, Consequences, and Solutions. Journal of Veterinary Behavior.
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