"Veterinarios en el Nuevo Mundo: Lo que Somos, lo que Nos Falta y lo que Debemos Exigir"
Por Carlos Arturo Bastidas Collantes
Nací para ser veterinario, y como muchos de mis colegas, lo supe no solo cuando curé a mi primer paciente de cuatro patas, sino cuando comprendí que esta profesión iba mucho más allá del amor a los animales. Hoy, el mundo que nos rodea se transforma con una rapidez abrumadora, y con él, las exigencias hacia quienes decidimos vivir entre jeringas, bisturíes, diagnósticos, barro, leyes, virus, personas… y sobre todo decisiones. Este ensayo es una invitación a reflexionar sobre lo que el presente y el futuro demandan de nosotros como médicos veterinarios, pero también un grito para que las universidades despierten y nos preparen para lo que realmente viene. No es un texto más. Es una postura desde la experiencia, desde la vocación y, sobre todo, desde la responsabilidad. Yo soy Carlos Arturo Bastidas Collantes, y esto es lo que creo.
¿Qué se espera hoy de un veterinario? Todo.
Actualmente, el veterinario ya no es solo un “doctor de animales”. Es un profesional de la salud con impacto global. La pandemia nos enseñó, a golpe de realidad, que las enfermedades no tienen fronteras entre especies. Hoy, somos una pieza clave en el enfoque de Una Sola Salud (One Health), donde lo humano, lo animal y lo ambiental son parte de un mismo sistema. Se nos exige saber de epidemiología, cambio climático, salud pública, legislación, tecnología y relaciones humanas. Y la pregunta que no puedo evitar hacer es: ¿nos están preparando para eso?
El desfase académico: ¿Estamos listos para lo que viene?
Muchas universidades siguen formando veterinarios con modelos del siglo XX para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Aprendemos mucho de anatomía, de fisiología y de clínica… pero poco sobre liderazgo, gestión emocional, comunicación o emprendimiento. Salimos al mundo sabiendo auscultar, pero sin saber cuánto cobrar. Nos enseñan a diagnosticar parvovirus, pero no a dar una mala noticia. Sabemos cómo prevenir enfermedades, pero no cómo prevenir el agotamiento profesional que nos arrastra a cientos cada año al burnout. Este desfase entre lo que se enseña y lo que realmente se necesita no es un detalle técnico, es una falla estructural que tiene consecuencias humanas, sociales y económicas.
La tecnología no espera. ¿Y nosotros?
Mientras la inteligencia artificial asiste cirugías, la realidad virtual se usa en anatomía, y las granjas inteligentes ya monitorean animales en tiempo real… nosotros seguimos llenando fichas a mano. Necesitamos una formación que incorpore herramientas digitales, biotecnología, manejo de datos, software clínico y automatización de procesos. No es opcional: es supervivencia profesional. Si no avanzamos, seremos reemplazables. Y la culpa no será del sistema, será de quienes sabiendo que venía el futuro, no lo enfrentaron.
El bienestar animal ya no es un lujo: es el centro
Hoy, más que nunca, el mundo observa con lupa cómo tratamos a los animales. Desde la mascota en el hogar hasta el ganado en producción, nuestras decisiones tienen implicaciones éticas. ¿Estamos formando veterinarios que comprendan la ética como algo vivo y no como una asignatura decorativa? ¿Estamos capacitados para tomar decisiones difíciles con argumentos sólidos y sensibilidad humana? El bienestar animal no se improvisa. Se estudia, se analiza y se defiende.
Lo que debemos exigir (y no pedir por favor)
Como médicos veterinarios y estudiantes comprometidos, no podemos conformarnos con lo que el pensum nos da por inercia. Debemos exigir una formación integral, crítica y visionaria. Las universidades deben incluir:
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Formación en salud pública, políticas sanitarias y One Health.
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Inteligencia emocional, liderazgo, gestión del estrés y ética profesional.
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Comunicación científica, resolución de conflictos y manejo del duelo.
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Emprendimiento veterinario, gestión de clínicas y marketing digital.
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Tecnología aplicada, informática veterinaria y sostenibilidad ambiental.
La educación veterinaria no puede seguir siendo una receta vieja en un mundo nuevo. Debe ser un laboratorio vivo, flexible y conectado con la realidad. Porque si no lo es, estaremos condenando a las futuras generaciones de veterinarios a repetir los errores del pasado.
Conclusión: somos más de lo que nos enseñaron a ser
A mis colegas, a los estudiantes, a los soñadores que inician este camino: no somos menos que ningún otro profesional de la salud. Somos iguales en responsabilidad, en impacto y en compromiso. Pero para ejercer esa igualdad, debemos dejar de conformarnos. Debemos formarnos más allá de lo que el aula ofrece, debemos organizarnos, exigir reformas y proponer soluciones.
No dejemos que nos definan por lo que no sabemos, sino por lo que decidimos aprender.
Con especial cariño a mis pasantes y a todos los estudiantes de medicina veterinaria, está en sus manos tomar el rumbo de nuestra profesión y en ustedes confío!
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